La Longanimidad en el Antiguo Egipto: Una Lección desde las Pirámides hasta el Presente

En el ajetreo de nuestra sociedad moderna, rápida y con la mentalidad de “lo quiero ya”, es fácil olvidar que la paciencia fue alguna vez considerada una virtud. Hoy en día, vivimos en un mundo donde la gratificación instantánea es el rey: los servicios de streaming nos entregan temporadas completas de series en un día, y podemos tener una pizza en la puerta de casa antes de que puedas decir “el favorito del faraón”. Pero, ¿qué pasaría si tomáramos un momento para aprender de los antiguos egipcios, quienes podrían haber sido los maestros originales de la longanimidad?

Imagina esto: es el año 2500 a.C. y eres un trabajador egipcio. Pasas décadas—sí, décadas—arrastrando enormes bloques de piedra caliza bajo el sol abrasador para construir una pirámide que no se terminará en tu vida. Pero aquí está el detalle: no solo trabajas para el faraón, trabajas también para ti mismo. En la creencia egipcia, tu duro trabajo en la vida era esencial para asegurar un lugar en el más allá, donde tu corazón sería pesado contra la pluma de la verdad, la pluma de Ma’at. Si tu corazón era ligero, te esperaba un pasaje seguro hacia la otra vida. Pero no te engañes: incluso en el paraíso, el trabajo no se detenía. Hasta el faraón debía trabajar duro en la otra vida, ya que el concepto de paraíso incluía el esfuerzo y la dedicación.

Así que, hablando de dedicación, estos egipcios sí que eran los abanderados de los objetivos a largo plazo. En su vida y en su muerte, el trabajo era un medio para alcanzar la eternidad, no solo una tarea diaria.

Pero seamos realistas: si los antiguos egipcios vivieran en el mundo actual, quizás les costaría soportar la idea de esperar solo dos días para una entrega de Amazon Prime. ¿Te imaginas a un faraón gritando a su escriba: “¿Cómo que el granito no estará aquí hasta la próxima semana? ¡Quiero mi sarcófago ahora!”.

En contraste, los antiguos egipcios estaban totalmente enfocados en el juego a largo plazo. Sus vidas giraban en torno al concepto de Ma’at—equilibrio, orden y justicia—valores que requerían paciencia, resistencia y, sí, longanimidad. No solo esperaban que las cosas sucedieran; creían en el valor del esfuerzo, aunque no vieran los resultados. Construir un monumento que duraría milenios o trabajar para asegurarse un lugar en el más allá—sin problema. Esperar en una fila de la administración pública, eso ya sería otra historia.

Compáralo con la sociedad de consumo actual, donde la paciencia escasea. Nos irritamos si nuestro café tarda más de dos minutos en prepararse o si el Wi-Fi se ralentiza unos segundos. Imagina decirle a un antiguo egipcio que estás molesto porque tu smartphone tardó diez segundos adicionales en cargar un meme. Probablemente te ofrecerían un dátil, la fruta, no una cita, y te dirían que te relajes.

La verdad es que, aunque hemos logrado avances tecnológicos increíbles, tal vez hemos perdido algo de la resistencia y paciencia que encarnaban nuestros antiguos predecesores. Los egipcios construyeron maravillas que han resistido la prueba del tiempo, todo mientras practicaban un nivel de longanimidad que haría que la sociedad actual se retorciera colectivamente.

Así que, la próxima vez que te encuentres frustrado por una conexión a Internet lenta o una entrega retrasada, piensa en los antiguos egipcios. Pasaron sus vidas trabajando duro, no solo por su faraón, sino también por su propia eternidad, sabiendo que incluso en el paraíso, el trabajo continuaría. Tal vez todos podríamos usar un poco de esa antigua longanimidad en nuestras vidas modernas—después de todo, Roma y ciertamente no las pirámides no se construyó en un día. Y quién sabe, quizás esa paciencia y dedicación nos ayuden a construir algo que perdure, aunque sea sólo para alcanzar un poco más de serenidad.